miércoles, 19 de enero de 2011

Convocatoria a la constitución de un partido político anticapitalista en el norte chileno

La situación política del país sufrió un fuerte cambio durante las últimas elecciones presidenciales, lo que fue el resultado de una tendencia que se venía incubando hacía años y que mostraba, principalmente, el agotamiento de la Concertación como alternativa política y las ansias de una gran mayoría de chilenos y chilenas para que dejara el poder después de veinte años. Sin embargo, el fracaso del proyecto
concertacionista se manifestó en el contexto de un suceso mayor, que es el alejamiento de un gran porcentaje de personas de la política, por un repudio generalizado a las formas en que se plantea la competencia por gobernar el país, lo que se refleja en que progresivamente una gran masa de personas, en
especial jóvenes, se niega a participar en las definiciones electorales, por lo tanto, renuncia a involucrarse en la disputa por la dirección de las estructuras de poder estatal en la sociedad nacional.
A pesar de que la abstención es un fenómeno mundial ante la desesperanza que trae aparejado el neoliberalismo, la decreciente participación de millones de chilenos y chilenas en las instancias que deciden la vida del país está relacionada con un fenómeno que se arrastra desde hace años, consistente en la
evaluación negativa que efectúa gran parte de la ciudadanía de la estrategia empleada por las fuerzas que negociaron con la dictadura, situación que consagró el régimen de democracia protegida, robusteció el modelo económico y consolidó la obsecuente alineación internacional con Estados Unidos, fomentando además, hábitos corruptos en el ejercicio del poder, en especial la imposición del doble estándar como
método normal de hacer política. Todo ello socavó la legitimidad de la denominada transición a la democracia, proceso que terminó en un callejón sin salida y que hoy exhibe una crisis latente en el sistema político-social del país.
El sistema democrático tutelado que aún rige en Chile, es un requisito político básico para mantener el actual modelo económico, factor que se manifiesta esencial para que las clases dominantes aseguren su acumulación de riquezas que en los últimos veinte años se desarrolló con el aval de la Concertación, alianza política que abandonó cualquier propósito de dejar atrás el neoliberalismo y, muy por el contrario, asumió
sin complejos las principales pautas del Consenso de Washington.
Además, este proceso fue cimentado por un conjunto de elementos ideológicos destinados a consagrar el capitalismo reconstruido en el periodo pinochetista. De esta manera, se buscó expresamente mantener la hegemonía que la burguesía ejercía desde dicha época por sobre el conjunto de la sociedad y la Concertación, entusiastamente, apoyó tal propósito legitimando nociones que hoy son casi sagradas como la propiedad privada, el mercado, la supuesta libertad para elegir, el rechazo a las regulaciones, el carácter del empleo, la autonomía del Banco Central y otros elementos propios del ideario neoliberal. Igualmente, la Concertación sirvió como freno a las demandas populares que solicitaban mayor participación y redistribución de la riqueza, argumentando que la caída del muro de Berlín no permitía pensar en proyectos alternativos. En este marco se inscribió la máxima de avanzar dentro de lo posible, la destrucción de la prensa alternativa, el chantaje de la inminente vuelta de los militares y otros conceptos e iniciativas destinados a justificar el desarrollo del capitalismo neoliberal y que también sirvió para que diversos personeros concertacionistas utilizaran sus influencias y se enriquecieran sin pudor alguno.
De igual manera, la norteamericanización de la política chilena trajo como efecto la influencia desproporcionada de los medios de comunicación burgueses en la construcción de la opinión popular e introdujo una serie de factores que distorsionaron el libre juego de oportunidades internas en las organizaciones políticas como fue la implantación de primarias, la aparición de padrinos que financian
partidos, la relevancia desproporcionada de lo mediático, la independencia de los parlamentarios por sobre las estructuras, la introducción de las encuestas como forma de definición y otros. Todo ello pervirtió la política, alejándola de los ciudadanos y ciudadanas, y siendo monopolizada por una elite con alta capacidad
financiera o apellidos ilustres, la que actúa como asociación de poder transversal y se niega a dejar el paso a las nuevas generaciones y que, además, depende de grupos económicos locales y transnacionales, los que mediante el financiamiento de campañas, funcionarios y medios de comunicación, se transforman en los
verdaderos detentores del poder. En el contexto de un Estado debilitado crecientemente y de manera sistemática, aquello se transformó en lo decisivo, ya que después del susto de octubre de 1988, los grandes monopolios volvieron a ejercer el poder con la legitimidad que le daban los gobernantes que asumieron en
1990, entre ellos, muchos que posaban de izquierdistas. Era obvio que frente a tan grande estafa un amplio porcentaje de chilenos y chilenas que, de manera
entusiasta y sacrificada, participó en la derrota de la dictadura, comenzara a alejarse de quienes solamente administraban y avalaban el neoliberalismo como proyecto político-económico, aunque lo inesperado fue que la Concertación se hiciera cargo de la coerción que se necesitaba para mantener la dominación del gran
capital transnacional y sus aliados locales. De esta forma, la neutralización, atomización y represión del movimiento sindical, la corrupción de las estructuras poblacionales, la cooptación del movimiento estudiantil, la aniquilación de la lucha de los comuneros mapuche, la ridiculización de la movilización ambientalista, la división de los deudores habitacionales, junto a diversas acciones represivas y de
judicialización de la protesta social, fueron emprendidas entusiastamente por las autoridades de los cuatro gobiernos pasados y sus bases sociales, disciplinadamente, se prestaron para avalar aquello que desde el Estado era preciso realizar para expandir el neoliberalismo.
El caso más destacado lo constituyó la Central Unitaria de Trabajadores, CUT, cuyas directivas apoyaron incondicionalmente las políticas de los gobiernos concertacionistas, abandonando toda autonomía y postura
crítica, pero lo más grave, concilió en desventaja con las agrupaciones patronales que jamás cedieron un ápice para cambiar las injustas leyes laborales heredadas del pinochetismo, por el contrario, cada vez que
pudieron solicitaron una mayor desregulación del mercado del trabajo. Hoy, el movimiento sindical es mucho más reducido y débil que hace veinte años y se organiza bajo concepciones añejas que no dan cuenta de los cambios que suceden en la organización de la producción y el trabajo.
Por ello, resultó sorprendente que la dirección del Partido Comunista decidiera asociarse con el entonces gobierno y, sobre todo, que los sectores democratacristianos aceptasen esta alianza. Fue evidente que ante la posibilidad de perder el poder la Concertación intentó ampliarse apresuradamente, recibiendo una
respuesta entusiasta por parte del PC. Pero la situación política estructural era imposible de cambiar y lo que parecía una sumatoria simple que le permitiría ganar una eventual segunda vuelta presidencial, explosionó por otro lado, surgiendo la alternativa de Marco Enríquez-Ominami, quien catalizó los nuevos aires que se
respiraban en la base social. Fue la muerte electoral de la Concertación que sólo alcanzó un exiguo 29 por ciento en la primera vuelta de la elección del primer mandatario.
Paradojalmente, en este contexto, la Derecha surgió como fuerza de recambio y sólo debió aumentar en un pequeño porcentaje su clientela electoral para asegurar el triunfo, ya que en medio del desencanto y las críticas a la coalición que entonces gobernaba, el candidato de la Alianza por Chile resultó vencedor en segunda vuelta. Fue el lógico resultado de una situación político social que muestra a la clase empresarial como la hegemónica y con un dominio sin contrapesos en la sociedad.
Hoy, son las grandes corporaciones, ya sean financieras, de la minería, las telecomunicaciones, el retail, forestales, mediáticas, de la agroindustria y otras, las que dominan absolutamente en la sociedad chilena, entonces, es razonable que uno de sus representantes se encuentre ejerciendo la presidencia de la república, afanado en expandir el neoliberalismo a como dé lugar. Ello define la línea central de cualquier
reagrupamiento de fuerzas políticas que se intente impulsar en el campo popular, pero con el agravante que en la actualidad la clase empresarial es mucho más fuerte que cuando Pinochet dejó el gobierno y ello debe agradecérselo, entre otros, a los gobiernos de la Concertación.

El campo popular y el reordenamiento de fuerzas políticas en el país
A casi un año del ascenso del gobierno derechista, lo que definirá el rumbo de la acumulación de fuerzas en quienes persistimos en construir una alternativa política anticapitalista, será el papel que cumplamos como opositores a la dominación y hegemonía del gran capital financiero y sus aliados, manifestadas en las
políticas gubernamentales que impulsa el multimillonario que hoy es presidente de la república. Y esta premisa también es válida para aquéllos que provienen de la Concertación como a sus aliados comunistas y a quienes se definen como progresistas.
No obstante, el carácter que se le confiera a la oposición no bastará para insertarse correctamente en el reordenamiento político que se manifiesta en el país, también estará condicionado a lo que se plantee como proyecto alternativo, y éste es el gran talón de Aquiles de la Concertación. Porque no sólo deberá resolver sus problemas internos planteados entre los que apoyan el capitalismo salvaje o quienes aspiran a
humanizarlo para que “chorree” supuestamente a los pobres, sino que además, su planteamiento tiene que ser creíble para las chilenas y chilenos saturados con el incumplimiento de sus promesas y, muy en especial, con sus prácticas políticas cuasi delictuales. En este contexto, los comunistas, intentando incluirse
ansiosamente en una gran alianza se ven arrastrados de manera gratuita al borde del despeñadero en que se encuentra la Concertación.
Sin embargo, la gran pregunta que debemos hacernos es ¿cuáles son las posibilidades para que los grupos proclives a un proyecto de sociedad alternativa se constituyan en fuerza política de incidencia en la situación nacional? Porque, hasta ahora, los intentos desarrollados a partir de ínfimas cúpulas ultrapolitizadas y
pequeñas agrupaciones sociales han sido vanos. Los problemas se acopian unos tras otros y por más que se intenta construir una fuerza político-social alternativa ésta no ha logrado despegar exitosamente. Ello fortalece las propuestas políticas existentes, robusteciendo un círculo vicioso difícil de romper ya que las iniciativas populares no cristalizan y el capitalismo es cada vez más fuerte en el país. En este sentido, un problema insoluble ha sido el divorcio entre la acción política pura y la actividad
desplegada por las organizaciones sociales, situación que ha generado un paralelismo estrecho que inclusive instala axiomas falsos como la separación de ambos elementos. Así, se establece erróneamente que una cosa es lo social y otra lo político, no faltando quienes, partiendo de un correcto diagnóstico sobre esta separación aparente, patrocinan soluciones esquemáticas como una simple suma del trabajo de ambas dimensiones, posponiendo la solución de los elementos de fondo. Lo lógico radica en que se politice lo social y al mismo tiempo lo político se conecte a lo social, pero en un proceso que evite cualquier imposición ficticia y se desarrolle a partir de una praxis concreta, en especial, en la lucha por los derechos del pueblo.
También, es importante señalar que cualquier intento por construir una fuerza política alternativa no puede ser artificial sino que debe plantearse a partir de lo que hoy existe, en especial desde aquéllos que se encuentran luchando en las diferentes áreas o frentes. Sin embargo, no bastará el entusiasmo o la simple voluntad, el proceso deberá desarrollarse en el marco de un ejercicio teórico serio que contemple los temas
centrales que hoy deben abordarse ineludiblemente. En lo concreto, debemos aunar las actividades de resistencia al neoliberalismo con la construcción de una matriz teórica y doctrinaria que permita darle contenido a un proceso que será difícil y que, conjuntamente, tendrá que desarrollar capacidad para poder
elaborar estrategias políticas correctas. De esta manera, surgen como base de discusión de una matriz ideológica los siguientes aspectos:
- El capitalismo que rige en el país, basado en la hegemonía del capital financiero, es uno de los más salvajes del mundo y se sustenta en una dominación absoluta por parte de las grandes transnacionales que arrasan cruentamente contra todo aquello que se opone a su expansión. Atrás quedaron definitivamente los modelos que planteaban elementos de conciliación utilizando el Estado.
- En dicho plano, el empresario emprendedor que simboliza la supremacía del individualismo triunfador del capital que se impone sobre el trabajo, es el sujeto predominante en la sociedad en desmedro del resto de sus integrantes, ubicando a la desigualdad como la gran lacra de la formación económica social chilena.
- En el país, este proceso de creciente hegemonía de la clase empresarial como resultado del proceso de refundación capitalista iniciado en los primeros años de la dictadura de Pinochet y que alcanzó su máxima expresión en los gobiernos de la Concertación, ha generado numerosas transformaciones en la sociedad
chilena que son necesarias de asumir y que alejan a las nuevas generaciones de luchadores sociales de aquéllas pertenecientes a la vieja izquierda que nunca más volverá a reconstruirse. Hoy nos desenvolvemos en medio de una sociedad cuya característica principal es la complejidad y su transformación requiere de
nuevas ideas, lógicas y dimensiones.
- Entre los elementos estructurales que irrumpen se encuentran las formas que adquieren los cambios en la producción capitalista de bienes y servicios, la importancia de la tecnología, el nuevo rol hegemónico del mercado y la expansión del consumo. Del mismo modo, factores como la información y el conocimiento
alcanzan relevancia estratégica, reordenando las fuerzas productivas y las expectativas de adquisición de los frutos del trabajo.
- Asimismo, la expansión capitalista ubica en la supremacía del capital financiero, en la utilización intensiva de los recursos naturales y la sobrexplotación de la fuerza de trabajo su gran eje de acumulación en el marco del reordenamiento de los denominados Estados Nacionales. Las fórmulas desintegradoras y reintegradoras
que genera la actual fase de acumulación, están emplazando una nueva regulación absolutamente coherente con la fase expansiva. De esta forma, así como hay dos tipos de velocidades para el desarrollo capitalista, también existen dos clases de leyes a aplicar según sean los intereses de los poderosos. Ello significa que el campo de los involucrados directos por el avance neoliberal se amplía exponencialmente,
reflejando como consecuencia un mayor número de sectores afectados por la implantación del capitalismo salvaje y ello, en Latinoamérica, genera cierta especificidad que amplía el arco de los sectores sociales y
políticos que le resisten. Esto ha determinado que los sujetos sociales que se constituyen como freno a las políticas expansivas de las grandes corporaciones nacionales y transnacionales, son variados y abarcan
innumerables intereses y voluntades. Desde el trabajador que la sobreexplotación desregulada precariza crecientemente hasta los comuneros indígenas que se oponen a la producción minera, pasando por los ciudadanos o ciudadanas de las grandes urbes que se ven afectados por la mercantilización de los servicios
de salud, educación y previsionales, así como la reducción de los espacios públicos, la creciente violencia delictual o la acción del narcotráfico. Esta constitución de distintos sujetos populares defensivos obliga a insistir en el carácter plural que adquiere la lucha por los derechos de quienes no pertenecen a la clase dominante y también determina la constitución de cualquier fuerza alternativa al modelo imperante.
- De la misma forma, el bajo nivel en que se encuentra la acción política y social de quienes nos inclinamos
por construir una alternativa anticapitalista, nos obliga a diseñar numerosas iniciativas de reinserción en la lucha ideológica, social y política en el actual momento de reordenamiento, aspirando a desatar un proceso cuyos frutos deberán apreciarse en el mediano plazo. Cualquier prisa por lograr metas espectaculares debe
ser desechada, a no ser que se desate una crisis profunda del modelo, por lo que se propone iniciar un largo proceso de dura construcción de una alternativa cuya configuración tendrá que resolverse en la praxis social, debido a que nos enfrentamos a condiciones estructurales inéditas que deberemos escudriñar, manejar y acondicionar para que puedan parir el nuevo instrumento político.
- Uno de los aspectos definitorios en el éxito de la construcción de una alternativa popular será la disputa de la hegemonía en la sociedad con quienes hoy justifican el neoliberalismo, ya que urge recuperar amplias capas populares seducidas por las ideas neoliberales y que hoy felices se solazan en el personalismo, el consumismo, el hedonismo irresponsable, el afán del día a día, la explotación del semejante, la
despreocupación por los demás, el abuso a los débiles y otras prácticas que constituyen un modelo de felicidad falsa sostenida en un individualismo exacerbado, que robustece las formas de relaciones capitalistas en el plano de la subjetividad, por lo tanto, instituidas en ideas que consolidan el modelo dominante en la cotidianeidad.

Los procesos anticapitalistas sudamericanos
En el contexto de un capitalismo que se reestructura de manera desigual afectando negativamente de manera más intensa a los países menos desarrollados, es sumamente decisivo lo que se manifiesta en algunas naciones sudamericanas como Venezuela y Bolivia, donde se desarrollan sendos experimentos anticapitalistas cuyos objetivos, algo difusos aún, persiguen la construcción de un tipo de socialismo inédito
que tiene como destacable el hecho de que se desarrolla bajo las nuevas condiciones estructurales del desarrollo capitalista globalizado en el subcontinente.
En tal sentido, tanto la experiencia de la revolución bolivariana venezolana como la revolución democrático cultural boliviana, se hermanan paulatinamente y de acuerdo a la correlación de fuerzas, avanzan por cumplir un programa que supere en términos estratégicos las bases del modelo neoliberal, estimulando la recuperación de la explotación de sus recursos naturales, terminando con la hegemonía del capital
financiero transnacional, poniendo fin a la autonomía de los bancos centrales, incentivando una mayor regulación del sistema laboral, reconstituyendo el Estado, construyendo un poder mediático alternativo y desarrollando nuevas formas de poder comunal desde los movimientos sociales, que en el caso boliviano tiene como particularidad el componente indígena, lo que se manifiesta en ingentes esfuerzos por establecer un Estado plurinacional.
De la misma manera, surgen coaliciones centristas que en Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y Ecuador, aunque con distintas formas, tratan de establecer una mayor regulación al desarrollo capitalista promulgando leyes que intentan reducir la pobreza, rescatando un papel de mayor intervención y protección por parte del Estado, alineándose en contra de los intereses de ciertas corporaciones multinacionales,
oponiéndose en algunas oportunidades a las directrices del gobierno norteamericano para la región, como asimismo rechazando las políticas de ajustes de los organismos financieros internacionales y fortaleciendo la industria nacional en un plano integrador de mercados subregionales. Todos ellos han solidarizado e inclusive actuado en conjunto con los gobiernos de Venezuela y Bolivia, en especial en frenar el ALCA e
impulsar algunos acuerdos como Unasur, el Mercosur, Telesur y otros. Todo lo cual, si bien es cierto no cuestiona elementos centrales del sistema capitalista, genera una correlación de fuerzas en contra de la promulgación de las reformas neoliberales de segunda generación.
En este contexto, Colombia, Perú y sobre todo Chile, son los países con mayor hegemonía del neoliberalismo, con gran debilidad de las agrupaciones anticapitalistas, las que difícilmente podrán reconstituirse como alternativas viables en el corto plazo.
En este contexto destacan los movimientos sociales sudamericanos como factores de gran potencialidad en la lucha por construir una sociedad alternativa, sobresaliendo su fortaleza adquirida a lo largo de los últimos dos decenios al calor de luchas defensivas mínimas, pero que palmariamente dieron cuenta del momento en
que la reestructuración capitalista arreciaba, siendo claves en frenar la implantación del neoliberalismo en algunos países. Son los casos de la movilización social contra las medidas de ajuste de Carlos Andrés Pérez, la guerra del agua y posteriormente del gas en Bolivia, los grupos argentinos que hicieron caer a De la Rúa en
Argentina, el movimiento de Arequipa en contra de las privatizaciones, la rebelión social ecuatoriana que destituyó al ex presidente Jamil Mahuad o las luchas emprendidas por el Movimiento Sin Tierra de Brasil.
Aparejado a ellos se desarrolló el movimiento indígena a gran escala, en especial en México, Bolivia, Ecuador, Chile y Perú, levantando principalmente plataformas defensivas en torno a la tierra, el agua, los bosques y los recursos naturales en general, pero que rápidamente como son los casos de Chiapas, el
Boliviano, el ecuatoriano y en cierto sentido el mapuche, transitaron a reivindicaciones nacionales, cuestionando directamente el carácter neocolonial de los estados latinoamericanos. No fue la única novedad en los movimientos sociales durante las última dos décadas, ya que grupos de ciudadanos se organizaron exigiendo el respeto de sus derechos transgredidos históricamente como fue el caso de las mujeres o las minorías sexuales y también algunos más recientes como lo constituyen las
agrupaciones defensoras del agua, los glaciares o por la energías limpias.
Así, a partir de cualquier forma en que se revelase su articulación, los movimientos sociales sudamericanos expresaron una situación nueva, ya que su presencia y autonomía sepultó la vieja relación partido/masa, terminando con el esquema comando-ejecución en que derivó la correspondencia entre las direcciones
partidarias y sus bases, en la construcción de mayorías y, lo más importante, en su reciprocidad con los sectores sociales, muchas veces concebidos como masa de maniobra por los partidos. El caso más emblemático lo constituyó el trabajo con los sindicatos, los que durante décadas fueron pensados como cajas de resonancia de las directrices que emergían de los departamentos especializados de los partidos o
concebidos simplemente como abastecedores de cuadros. Es evidente que el rediseño de la relación entre lo social y lo político será determinante a la hora de construir una nueva alternativa popular.

Las bases de la construcción de una alternativa política en el norte chileno
Es evidente que en el norte de Chile, en los últimos veinte años, se ha venido desarrollando una serie de actividades por parte de organizaciones populares tras el objetivo de defender intereses corporativos, luchar por mejores condiciones de vida así como movilizarse por temas generales que interesan a toda la ciudadanía. Fue la extensión de la lucha que algunos de ellos entablaron contra la dictadura y la aparición de otros nuevos que se organizaron al calor de demandas más recientes.
En ellas destacan los sindicatos, agrupaciones de empleados públicos, de derechos humanos, centros de estudiantes secundarios y universitarios, grupos indígenas, ambientalistas, de mujeres y minorías sexuales, culturales juveniles poblacionales y de defensa de los animales, entre otros. La lucha de todos ellos ha sido particular y casi nunca han coincidido en una plataforma común, siendo contados los casos en que se han coordinado potenciándose mutuamente.
Del mismo modo, las corporaciones mineras, financieras, de telecomunicaciones, del alimento y turísticas, componen el grueso del empresariado local y transnacional. A ellas deben agregárseles numerosos grupos medios y un contingente sobredimensionado de miembros de las Fuerzas Armadas.
La zona norte del país, por el destacado papel que tienen los sindicatos, es considerada una región con alto grado de organización popular, sin embargo, esto no significa que se hayan constituido movimientos sociales fuertes con notados triunfos, por el contrario, es una zona en la que predomina el control de las grandes
corporaciones en asociaciones cuasi delictuales con empresarios pinochetistas, logias masónicas, la cadena de medios mercuriales y grupos políticos transversales. Asimismo, es un lugar en el que la delincuencia y el narcotráfico se encuentran fuertemente asentados, constituyendo una economía paralela o complementaria
a la oficial. En lo político, la Derecha es la fuerza predominante debido a la continua erosión de los sectores que fundaron la Concertación en la zona. La alianza que el Partido Comunista alcanzó con esta última le permitió lograr al PC una diputación en Tarapacá y otra en Copiapó, pero redujo el pequeño espacio que aún
conservaba. Grupos regionalistas liderados por el ex alcalde iquiqueño Jorge Soria, se mantienen fuertes en Arica e Iquique y en algunas oportunidades han alcanzado el Parlamento aunque la calidad de sus representantes no ha sido de lo mejor, lo que ha significado cambios de posturas y militancia, populismos de corto alcance y prácticas corruptas. Durante la última elección presidencial, el candidato Marco Enríquez-
Ominami alcanzó una respetable votación ganándole en Iquique, Alto Hospicio, Calama y Antofagasta al candidato Eduardo Frei en primera vuelta. El partido PRI de tendencia centro derechista tiene fuerte presencia en la región de Antofagasta al igual que el Partido Radical, mientras que en Copiapó el PC, el PS y el PRO mantienen parlamentarios y alcaldes.
En función de aquello, la debilidad de los movimientos sociales genera su constante cooptación por parte de los partidos políticos ya sean de Derecha o la Concertación, no obstante, grupos sociales de tendencia anticapitalista no adscritos a ningún partido se han constituido a lo largo de toda la zona norte, organizándose con fuerte presencia en sectores sindicales, estudiantiles universitarios, poblacionales, ambientalistas, comuneros indígenas, culturales, además de importantes segmentos de académicos y
profesionales. Sin embargo, su maduración aún es insuficiente para que puedan articularse políticamente. Al mismo tiempo, una extensa red de militantes sociales compuesta por ex adherentes de partidos izquierdistas históricos y una gran mayoría de personas que nunca han militado pero que activan en las organizaciones sociales, desarrollan innumerables acciones defensivas y reivindicaciones ciudadanas
logrando en determinado momento gran presencia mediática.
A ello debe agregársele que un gran porcentaje de jóvenes en edad de sufragar no están inscritos en los registros electorales, lo que representa una baja en la legitimidad de las distintas instancias de poder político de la región, pero su efecto concreto no se manifiesta con la contundencia que debiera adquirir tal fenómeno, lo que refuerza la sociedad construida sobre la base de dos realidades que permiten el dominio
de los grandes grupos económicos y sus representación política.
En este sentido, la gran interrogante poco investigada con seriedad en la zona aparece constantemente,¿cuál es la repercusión que tiene la aplicación del modelo político y económico de corte neoliberal en el norte chileno? Ya que su respuesta determinará la construcción de cualquier alternativa anticapitalista en la
región.
Lo primero necesario de destacar es la preeminencia que en la región adquirió el sector minero exportador en los últimos años y las consecuencias que este fenómeno ha tenido para la región. Sus principales aspectos son:
1. El reordenamiento de la formación económico social especialmente en el aparato productivo y en la composición de las clases y grupos sociales, en el marco de un modelo exportador que se expande en la región a través de una intensa explotación de la minería metálica y no metálica, en especial la producción de cobre, cuyos planes de inversión aumentan ostensiblemente, lo que significa dejar atrás la preeminencia del
comercio, los servicios o la actividad pesquera como principales actividades económicas. Al mismo tiempo, sitúa al trabajador minero, de planta o contratista, como el sujeto de mayor importancia en la generación de riquezas y al mismo tiempo a sus sindicatos como los más fuertes y decisivos a la hora de organizar y movilizar al sindicalismo regional y nacional, dejando en el pasado al antiguo obrero industrial de las grandes ciudades.
2. La desigualdad se ha situado como la forma predominante en la distribución de la riqueza, instalando en las grandes y modernas urbes amplios bolsones de pobreza estructural con un deterioro de las relaciones familiares, con un limitado acceso al conocimiento y la perpetuación de la drogadicción. Según datos oficiales, Antofagasta e Iquique encabezan las ciudades con mayor delincuencia en el país.
3. Al mismo tiempo, las ciudades se ven afectadas por el creciente número de migrantes que, desde el sur del país y en especial de los países vecinos, aumenta de manera reveladora la población laboral y mayoritariamente el subempleo, transformando positivamente los asentamientos nortinos en un mosaico de
nacionalidades y etnias, que le confieren una característica especial, que debe concretarse en términos de integración y respeto a las diferencias, lo que visualiza una noción nueva en el marco de la diversidad en una región todavía hegemonizada por el discurso oficial uniformador y chauvinista, herencia del proceso chilenizador
emprendido por el Estado nacional durante el siglo pasado y que aún tiene resabios, en especial, en los sectores más reaccionarios de la sociedad.
4. La expansión neoliberal está sostenida sobre la base de una explotación irracional de los recursos naturales, en la destrucción de la biodiversidad de los valles y costas, de la apropiación de los recursos hídricos y una privatización desregulada de los servicios básicos, con un sistema de salud público en retroceso y una educación segmentada y elitizada. Ello ha ampliado el sector de afectados y, por lo tanto, de
los que luchan, generalizando algunos temas transversales como es caso del cuidado del agua en una zona desértica o el freno a la creciente delincuencia.
5. La construcción de legitimidad por parte de las grandes corporaciones se ha transformado en una lucha
prioritaria, lo que significa que la propiedad de los medios de comunicación en la zona pasa a ser un factor de definición estratégica y así lo entienden las grandes multinacionales que han cooptado todo el periodismo regional, amancebándolo para sus intereses. Prensa alternativa o comunitaria casi no existe, por lo que el monopolio ideológico por parte de los sectores pro capitalistas es avasallante, fortaleciendo su
hegemonía en la región.
6. Por último, el carácter de la educación y del traspaso e intermediación de la información pone en el debate central el tema de la democratización del conocimiento, ya que éste se transforma en el instrumento segregador estructural que viabiliza la sociedad de dos revoluciones. La escasez de círculos académicos, el pobre desempeño de las universidades, mayoritariamente tecnocráticas, de la región y la debilidad del sistema de educación pública conspiran para que la impartición, producción o transferencia de conocimiento sea un factor de alta debilidad y componente de un sombrío futuro.
En este contexto, la realidad político social de los últimos veinte años demuestra que en el norte chileno no ha existido un partido, movimiento o agrupación ideológica que represente una alternativa al modo de desarrollo capitalista, ni siquiera planteando eficazmente la defensa de los derechos del pueblo. Por el contrario, la gran mayoría de las organizaciones políticas transita feliz legitimando las actuales formas de
dominación y su gran preocupación es la disputa de los espacios de poder que las grandes corporaciones les asignan.
Es necesario, por tanto, la construcción de un instrumento político que al menos:
- Defienda los intereses de los sectores más vulnerables de la población frente al brutal avance neoliberal.
- Construya un espacio de elaboración de una nueva matriz ideológica que asiente una alternativa diferente al capitalismo en la región, dando cuenta de las transformaciones de la formación económico-social en el norte, en el país y Latinoamérica. Concretamente, debe luchar por constituir un proyecto de sociedad socialista de nuevo tipo, alejado de los fracasados modelos de Europa Oriental y dando cuenta de la
especificidad chilena y latinoamericana, con aportes de las distintas vertientes ideológicas opuestas al capitalismo, ya sean marxistas, cristianos populares, indigenistas, racionalistas o libertarias.
- Impulse un proceso de reunión en igualdad de condiciones de las organizaciones sociales con las agrupaciones políticas, configurando un solo bloque ciudadano popular.
- Dispute los espacios de poder político, social, económico e ideológico a los grupos dominantes, en el entendido de que la sociedad funciona porque las fuerzas del trabajo permiten que así sea.
- Construya los instrumentos electorales que le permitan rescatar y transformar las instancias de definición estatales en la perspectiva del cambio de sociedad, a través de la construcción de hegemonía para los grupos sociales ciudadanos y populares.

Definiciones frente a la lucha electoral
Las definiciones electorales adquieren en el país y Latinoamérica una forma de expresión popular indesmentible y difícil de revertir por otro tipo de estrategia de acumulación de fuerza política, aunque son sólo una parte integrante de las correlaciones de fuerzas, las que se manifiestan en momentos decisivos en
términos globales más allá de los procesos electorales. En el caso chileno, dos hitos de este tipo han sido de suma importancia: el triunfo de Salvador Allende en 1970 y el plebiscito de octubre de 1988, pero sólo como elementos que desataron procesos que no terminaron como muchos hubieran querido, pero que sin duda alguna gatillaron situaciones de gran incidencia en sus respectivos periodos históricos. También es cierto que el voto popular ha sido manipulado considerablemente desde el término de la dictadura pinochetista e igualmente es cierto que la falsa desideologización ha traído la presencia del oportunismo, el clientelismo y de la representación bastarda. Además, la norteamericanización de la política hace estragos en una actividad
que debería ser seria por la trascendencia que tiene, siendo cada vez mayor el número de personas que se desentienden no ejerciendo ni siquiera su derecho mínimo a elegir. Sin embargo, todo aquello favorece a los grupos dominantes, los que nunca han estado dispuestos a aceptar la amplia participación de los grupos populares en las instancias electorales, por ello transforman procesos que deberían ser democráticos en una participación sesgada o tutelada. En definitiva, convierten las definiciones electorales en un gran fraude.
Pero aquí no se trata de desarrollar teorías victimizantes, ya que lo concreto radica en el porqué permitimos que esta situación perdure. Por eso, es necesario que la construcción del nuevo instrumento defina sin ambages la necesidad ineludible de participar en la lucha electoral y no dejar en generalidades dicha resolución. Es necesario, por tanto, inscribir un instrumento político bajo las condiciones que estipula la actual ley electoral, por mucho que nos disguste y a pesar de que favorece a los conglomerados representativos del gran capital.
Con relación a las futuras coyunturas electorales, es estratégico luchar por la hegemonía en la base social y, en este sentido, el territorio histórico en el que debemos ganar toda disputa político-ideológica es la comuna, ya que desde allí es de donde generaremos las plataformas de un poder alternativo. Coincidirá que a fines de 2012 en el país se efectuarán las elecciones municipales, por lo que será una gran oportunidad para crecer proponiendo nuestro programa alternativo. Es más, aquella justa electoral debería ser uno de los instrumentos de consolidación de estructura, presencia de alianzas y educación militante del partido que crearemos, porque si bien es cierto no todo debe concentrarse en lo electoral, las votaciones son un eficaz
parámetro para medir la aceptación popular que tengamos y avanzar en la conexión con la gente común y corriente. Y en el caso de las elecciones municipales con mayor razón, ya que allí no se manifiesta el sistema electoral binominal, aunque persisten otras distorsiones que deberemos superar.

Itinerario para construcción de un instrumento político
La situación política demuestra la urgencia de constituir un instrumento político para lo cual los convocantes debemos fijar un itinerario, el que proponemos bajo los siguientes puntos:

1. Enero y febrero de 2011. Reuniones regionales y primeras definiciones.
Proponemos que las reuniones convocantes a distintos sectores para conformar un nuevo instrumento político se realicen en Iquique a partir del sábado 8 de enero, convocando a compañeros y compañeras desde distintas ciudades del norte. Debe surgir como primer logro la constitución de una comisión organizadora y la instalación de un sistema de comunicación WEB que comience con un registro de información de cada compañero, de las eventuales estructuras y de una mínima base de datos.
También proponemos que en febrero se realice una nueva reunión, ahora ampliada a sectores que cada grupo vaya avalando.

2. Marzo de 2011. Constitución de orgánica mínima. Inicio de propaganda.
Proponemos que en marzo se realice un gran encuentro ampliado en que participen todos quienes se sientan atraídos por la constitución del nuevo partido y que en el evento se definan:
- Nombre del partido.
- Logo.
- Directiva provisoria.
- Orgánica mínima. Núcleo direccional, direcciones regionales, comunales y territoriales de base.
- Compromiso de primeros militantes.
- Primeros planes de finanzas y propaganda como prioritarios.
- Programa tentativo anual.
- Inicio de escuela de formación de militantes del partido.

3. Abril de 2011. Congreso popular que elabore:
- Propuesta programática.
- Estrategia política.
- Política de alianzas.
- Política internacional.
- Elaboración de definiciones que exige el Registro Electoral como declaración de principios o estatutos.
- Evaluación de formación de cuadros.


4. Mayo de 2011. Inscripción registro electoral
- Primero de mayo, inicio de recolección de firmas en cuatro regiones: Arica-Parinacota, Tarapacá,
Antofagasta y Copiapó.
- Ubicar a Iquique como primer domicilio del partido mientras se constituye.
- Consolidar direcciones regionales, comunales y territoriales de base.

5. Junio hasta diciembre de 2011. Trabajo paralelo en diferentes líneas.
- Constitución de bloque social sobre la base de confluir luchas sociales sectoriales.
- Intenso despliegue por inscripción del partido.
- Evaluación de inscripción electoral.
- Evaluación de formación de cuadros.

6. Enero 2012.
- Evaluación de constitución de bloque y de inscripción de partido.
- Definición de programas y candidaturas municipales.
- Elaboración de Plan de 2012.


Intersindical de Trabajadores


Iquique, 03 de enero de 2011.

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